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Lucas Alonso Escritor

sábado, 23 de diciembre de 2017

Viñeta del sábado: Los frutos del árbol

Los frutos del árbol









Boros se detuvo a observar el primer árbol y con cara de no tener respuestas volvió a levantar los hombros.
    Los pequeños árboles eran de tronco blanco y hojas amarillas, estos, no superaban la centena y seguidos por los niños de sorprendentes ojos, continuaron hasta la siguiente loma.
    Cuando comenzaron a subir, sin intención de soltárselas, los pequeños los tomaron de las manos y los empujaron hacía atrás. Indicaban los pequeños árboles. Decidieron regresar a las plantas.
    Cuando llegaron al primer árbol, los niños les indicaron unos frutos anaranjados.
    Los dos se sentaron debajo de la copa de un árbol y empezaron a comer los frutos. Pero los otros no se creyeron en la obligación de quedarse a ver si los visitantes continuaban con lo que se les había encomendado y con cada manchado, jugando, se alejaron hasta desaparecer en la loma siguiente.
    Los frutos eran dulces de consistencia mantecosa,  sabrosos y hasta que creyeron no poder más, los dos acusaban buen apetito, comieron hasta el hastió. Sin poder tragar otro bocado, Ulises le ofreció a uno de los niños que rezagado, se había quedo a observarlos, pero este por alguna razón, se negó a tomarlo. Ulises se apresuró a saludarlo mientras se alejaba:
    —¿Por qué no habrán querido?
    —Tal vez ya habían comido.
    Ulises no se conformó con la respuesta de su amigo y con la idea de que guardaba algo, añadió:
    —Vamos Boros, nos trajeron hasta este lugar para probar estos frutos y se negaron a probarlos como si los tuvieran prohibidos.
    Boros lo miro, luego miro la loma y comenzó a sonreír:
    —Desde ese punto de vista, puede que así sea. Pero no sé si será por estos frutos, o por el lugar, creo no tener muchas ganas de pensar en eso —y para sorpresa del otro, insinuó—: Solo deja que las cosas sucedan.
    La luz del lugar jugaba con las hojas amarillas, una suave brisa haciendo olas con los pastos pasó frente a ellos y Ulises entonces pensó que no sabía si era por el lugar o por los frutos, como su compañero dijera, pero cierto era que una extraña sensación lo estaba reteniendo.



 Este extracto pertenece a la novela: La Máquina de la Vida

sábado, 16 de diciembre de 2017

Cuento del sábado: Ingreso a Monte Olimpo


Ingreso a Monte Olimpo




Sabía que estaba prohibido pero dada la situación, igual descendió hasta la altura de la calle para sobrevolar por una avenida. La avenida terminaba en una elevación, el jet se dirigía a la pendiente y la meseta del fondo, como si tuviera velocidad propia, se acercó demasiado rápido. Ante el choque, el instinto le hizo mover los brazos hacia abajo. En sesenta grados con las alas dobladas, cambió de rumbo. Bordeó la elevación de tierra rojiza y subió al cielo cubierto de aparatos.
    Como un cohete, el jet ascendió y la fuerza centrifuga casi le hizo desmayar. Pero el cuerpo empezó a responder y pudo giró en dirección al puerto espacial Monte Olimpo.
    Tenía un horizonte aéreo despejado y pudo observar que a lo lejos, en el centro de la ciudad, las altas torres estaban incendiadas. Ahí se dio cuenta que las posibilidades de escapar a la destrucción de la ciudad estaban en el momento actual. Sintió un fuerte nudo en la garganta, y se dijo:
    —¡Sofía! ¡Los chicos!
    Una gran angustia lo tomó. Lo primero que haría al descender sería llamar a su familia y con una parábola de noventa grados, tomó calles laterales y avenidas hasta divisar los primeros hangares.
    Si haber entrado en la ciudad, había sido toda una hazaña. El espacio puerto era una tarea para suicidas. Los millones de capitalinos, parecían haber decidido evacuar todos al mismo tiempo.
    Cubierto por una maraña de naves aéreas, otras miles intentaban despegar. Antes de que pudiera realizar cualquier cálculo, una embestida de otro transporte, le hizo que perdiera altitud y quedara casi al ras del suelo. Con una nube de polvo a su paso y sin control de su jet, Martín pensó que el fin estaba próximo cuando con rápidos reflejos, entró en una pequeña pista. El tren de aterrizaje con los soportes se partió. Una maraña de cables y una lluvia de chispas pegaban contra la cabina. Chocó con una chapa y el blando metal desapareció tras su jet. “Estoy dentro de uno de los hangares” se dijo dándose animo y con una bocanada de aire, salió del aparato.
    Inmensas nubes de humo escudriñaban la ciudad. Por las calles de los hangares, la gente corría y chocaba una con otra. Pensó en su familia y se preguntó si estarían a salvo.

 Este extracto pertenece a la novela "La Máquina de la Vida"





sábado, 9 de diciembre de 2017

Cuento del sábado: Ulises

Ulises





Toda la noche estuvo con desvelo, intentó dormir un poco, pero al no poder, prendió la máquina de Realidad Total que le había prestado Martín. “Que extraña aventura” se dijo al recordar ese boliche, la misión que tenía encomendada por los humanos gigantes y a su compañera. “Todo muy real, todo muy virtual” se dijo a si mismo. Tuvo la sensación de que debía levantarse, cuando una polka de Strauss comenzó a sonar. El alba ya calentaba las islas de la estación espacial Progreso 3 y por último pensó “Que manera más rara de descansar en la noche o de no descansar”. Le hubiera gustado quedarse en su casa, pero sabía que no podía faltar a su trabajo, menos con la jugarreta que ese personaje caricaturesco llamado Manston, le hiciera días atrás.
    Todavía con las imágenes de esa fiesta y de ese mundo fantástico, se quitó el visor holográfico, quitó el pequeño disco dorado del aparato y se levantó rumbo a la ducha.
    El agua descendió en pequeñas gotas, el aire de la plaza Victoria entró por la ventana y Ulises, como su consejera y doctora en la Fluorescencia Cultural le enseñara; recopiló los pocos sueños que tuviera esa noche antes de tomar la decisión de prender la máquina de Realidad Total. En su meditación, solo una imagen estática de los astilleros marcianos fue todo lo que recordó.
    En la sala de estar, olvidó a los astilleros y, con un chasquido de sus dedos, encendió la pantalla de realidad total de su casa.
    Esta cubría toda la pequeña estancia, los hológrafos salieron disparados por toda la habitación. Ulises, con su larga cabellera casi rubia cayéndole por la espalda se acomodó y dijo:
    —Torck, noticias por favor.
    De ángulos rectos y cubierto de nubes blancas, apareció una cabeza de la isla de pascua, que dijo:
    —En otro intento de investigar en Siria A la atmósfera del gigante Atlas, hoy, martes 7 de noviembre de 2177, el gobierno de la Tierra, perdió seis naves robot de investigación científica… Esta misma semana, empieza a tener vigencia la ley de inmigración para saetianos… Se inauguró la primera estación para civiles más allá de la nube de Oort —la cabeza de Torck, emulaba a una de las estatuas de la isla como si, con las nubes en movimiento tras su rostro, esta hablara—: Los especialistas dicen que como se encuentra fuera de la influencia de nuestro Helios, los que vivan en esta nueva estación espacial, por la influencia de Sirio, pueden comenzara a reencarnar en esta segunda estrella… Se encontraron tres nuevos satélites artificiales en Neptuno y Plutón. El gobierno de la Tierra considera que, como en otras épocas de la historia, se tratarían de naves nodrizas extraterrestres.   
    Su compañero electrónico quedó en silencio, los hológrafos desaparecieron, Ulises se quedó pensando y  por orden de Torck, las persianas se bajaron, los utensilios de cocina se guardaron y el ordenador preguntó: 
    —¿Está listo?
    —Sí, Tork, gracias.
   —Si no se olvida nada. Entonces puede partir…
    Ulises se acomodó su traje de cuello mao, agarró el equipaje y la pared blanca que tenía delante se abrió en dos hojas a un pasillo vidriado con un ascensor panorámico que mostraba una vertiginosa vista desde la planta 101.
    Mientras el ascensor bajaba raudo, la Tierra, constante imagen de las mañanas, crecía dos cuartos tras la atmósfera de la estación espacial Progreso 3.
    El trayecto duró un instante y Ulises ya estaba en el andén de la calle 122 del expreso magnético 4.
    Cuando llegara el expreso, a diferencia de otras épocas de la humanidad, no tendría que abonar nada. Para trasladarse a cualquier punto del sistema solar todos hacían uso de un transporte espacial gratuito. El tren llegó, se sentó en un confortable asiento y prendió la pantalla tridimensional:
    En tres dimensiones, apareció el sistema estelar de Sirio mientras un comentarista, decía:
    —¡Noticia de último momento! En la orbita de Laisco se encontró un objeto de origen desconocido. 48 horas después de intentar un contacto, el comandante Sebastián Larson, dio la orden de acercarse. El objeto extraño, tal vez en una forma de defensa, formó una bola de luz y desapareció. Por ahora no se sabe su procedencia. Este fue el informe 325, fechado 7 de noviembre de 2177.
    Después de la simulación de la bola de luz, el comentarista, continuó:
    —En el sistema comenzó todo tipo de revuelos. Varios manifestantes se congregaron en Nueva York, Berlín y Pekín. Los manifestantes están en contra de la condecoración de Sebastián Larson, alegando que se está condecorando un error humano. El consejo de Sabios defendió su decisión, apoyándose en que el comandante se acercó en forma amistosa y que el objeto desconocido, al igual como se fue, podía algún día regresar…
    “Es una noticia interesante”, pensó mientras se decía: “No sucede algo así desde que hicimos contacto con los saetianos. Pero… ¿no sería una nave de ellos? De no ser así ¡Es público!” y con emoción concluyó “¡Hicimos contacto con una nueva civilización!”
    Mientras marcaba la clave de su casa y esperaba a que apareciera Torck, sus ideas dieron un vuelco y más pesimista, por último pensó: “¡Cómo si no tuviéramos bastantes… con los saetianos!”




 Este fragmento pertenece a la novela "La Máquina de la Vida"

sábado, 2 de diciembre de 2017

Cuento del sábado: El Universo depara sorpresas

El universo depara sorpresas





Ese día estaba bastante inspirado, por eso, decidí poner unas palabras con el teclado.
    Luego de una corta frase que ahora no recuerdo, junto a una coma, sin querer, apreté mayúscula. Grande fue mi sorpresa cuando vi el resultado: una “,” Mayúscula ¡Pero mi asombro no terminó ahí! Llevado por el nuevo descubrimiento probé con un signo de interrogación. Esta vez, no salió mayúscula. En cambio, apareció un símbolo cuneiforme mesopotámico. Entonces, entendí que no eran mayúsculas.
    “Algo debe de estar pasando con el teclado,” pensé mientras tiraba letras al papel virtual y más letras sumerias salían. También descubrí que, si apretaba dos veces una letra, aparecía un nuevo significado, distinto del primero. Los símbolos representaban: “A”, ondas de agua,  “B”, beber y también buey, “C”, cebada y también cabeza, “D”, doméstico y hombre, “I” ir, “P” pez, “M” montaña, “T” Tierra y territorio, “V”, mujer. Como sólo tenía que poner la letra y salía en este idioma, al final aprendí a escribir un poco de sumerio. Luego, lo único que tuve que hacer fue aprender cómo se relacionaban los símbolos.
    Soy traductor de idiomas mesopotámicos, y nadie sabe mi secreto.
    El universo depara sorpresas…