google-site-verification: googleaa5bbe674fd3abf9.html

Lucas Alonso Escritor

viernes, 25 de noviembre de 2016

Cuento del sábado: Nombre clave: Pata de araña






Nos juntamos como de costumbre con Pata de Araña en Independencia y Avenida La Plata, en el bar Etéreo.
    Con las palabras clave en idioma español correspondientes a nuestra profesión, dije:
    —Me extraña, araña, que siendo mosca no me conozca y que siendo hormiga no me lo diga.
    A lo que Pata de araña respondió:
    —El domingo se casa Piringo. 
   Nos miramos, nos fijamos que no hubiera intrusos en los alrededores y, mi compañero dijo:
    —En el barrio de Pompeya, quedan tangueros que, cuando se sienten acorralados, dicen: “Ma, qué sé yo, tenía una curda bárbara”.
    Lo miré sin decir nada. Concluí que era una artimaña muy inteligente la de mi compañero y de los tangueros. 
    Esperé a que mi respuesta tuviera un efecto parecido, y refuté: 
    —La clave del éxito está en tener actitud.
    —¿Actitud María Marta? —preguntó mi interlocutor. 
    Enseguida noté que estaba usando una táctica de distracción muy buena, al dejarme en la duda si con “María Marta” se refería a una amiga suya, a la banda de música “Actitud María Marta”, o a la cantante argentina del mismo nombre.
    Ahora sabía que sus intenciones eran no llegar al punto de la cuestión para no darme la información que necesitaba. Me quedé pensando un momento. Pero Pata de Araña, con una táctica inspirada en un zoológico, y para no dejarme pensar, dijo:
    —Me parece que se te está escapando la tortuga.
    Lo miré y respondí:
    —Cuando todos creen que entienden todo, en realidad nadie entiende nada. 
   Mi interlocutor sonrió y afirmó con agilidad:
    —Me río de Janeiro. 
    —¡Basta! —respondí entonces de manera casi brusca. Continué:             
    —Si no vamos a hablar de nada, mejor va a ser que nos separemos. 
    Los dos nos pusimos de pie casi al mismo tiempo. Miramos al mozo que, momentos antes, nos había servido dos caipiriñas que casi no tocamos, y que había prestado atención a nuestra conversación. Nos miró con cara de perplejidad y susto. Luego, con un gesto de su mano, dijo que nos fuéramos sin pagar.
    Así lo hicimos. Cuando nos juntábamos en Etéreo, Pata de Araña y yo, pocas veces nos cobran. 
   Pensé en la posibilidad de que el mozo sospechara algo de la condición de Pata de Araña y mía, de que perteneciéramos a sendos servicios de inteligencia. Si sabría algo sobre mi compañero, que respondía a Brasilia o mí mismo, que respondía al Gobierno rioplatense.
    Vi alejarse a mi contacto. 
    Sonreí por un momento. Pensé tres cosas: primero, que la vez siguiente hablaríamos en portugués, que esperaba que el servicio secreto brasileño realmente tuviera alguna información importante sobre intraterrestres de Erks. Por último, y con media sonrisa, que ésta era una de las ventajas de trabajar para los servicios secretos. Entre tantas conspiraciones de intraterrestres, duendes y demás, a uno no le cobran las caipiriñas en los bares.