Inicio del tiempo del no tiempo
I
En difusas
imágenes, recuerdos de su existencia y de sueños alguna vez vividos, se le
repetían en una cadena discontinua. Otras veces pensaba que estaba dormido,
hasta que, transitando una calle abovedada de altos árboles y al mirar el
reflejo del sol en unas hojas, la sensación de que el Universo está formado por
círculos, regresaba. En cualquier momento sobrevendría el deja-vú, en ese preciso instante, volvía al limbo.
No podía decir que existiera una sensación
determinada, por eso, siempre que regresaba, era como no sentir nada. Sólo
imágenes cambiantes que, al cabo de un periodo de estar rodeado de ellas, lo
embargaban de una cordial emoción.
Era una sensación de libertad y la causa de
ello residía en que su cuerpo flotaba. Entonces, su ser se equilibraba al
recordar que no era cuestión de entender. Bastaba con observar. Observar esa
nada, y dejar que los recuerdos de la vida siguieran en un lento divagar...
Pero aunque así lo quiso, siempre se elevaba hasta cierto punto que nunca pudo
precisar, pero que era una frontera infranqueable, entonces, regresaba al lugar
donde todo comenzaba.
Giraba con un sentimiento envolvente de ser
parte del todo. Rodeado por millones de estrellas, sabía que estaba de vuelta,
de vuelta para comenzar el círculo que formaba su particular existencia.
Volvía al campo ventoso, en el que las
hierbas danzantes, con un movimiento constante, ahora marcaban un tiempo
tortuoso.
El cielo estaba encapotado, con formaciones
de nubes grises y blancas, todas de franjas oscuras y, aunque a veces hubiera
deseado que fuera una mañana o una noche estrellada, el mismo amanecer era su
constante.