Se que este es un cuento que ya he subido un par de veces, pero por ser uno de los más populares, me dieron ganas de volver a ponerlo. Podría agregar que el texto es parte del libro "La Vida con un Duende"
Y que el dibujo pertenece a Facundo Gorostiza 😊
Y que el dibujo pertenece a Facundo Gorostiza 😊
El Hombre Pastilla
Estoy en mi
habitación de la planta baja, con la ventana abierta y es la una de la
madrugada. La inspiración ha alejado al sueño.
Por
la ventana contemplo el parque del fondo, con mi eterna taza de té. Es el
intervalo mientras escribo un relato corto, cuando algo llama mi atención.
Dentro del
pequeño horizonte del parque hasta la calle, aparece una extraña figura. Está a
unos cien metros.
Lo observé un
momento:
“¡Ahí está!
¡Parece una estatua!”, me digo.
Nunca olvidaré esa escena y recuerdo que, a
pesar de lo misterioso, ese ser que todavía no se define, me trasmite una
sensación de empatía.
“Cree que yo
no lo veo”, pienso y me vuelvo a decir: “No debe de medir más de un metro”.
Al salir un
poco de la alucinación, me doy cuenta de que llevaba una túnica negra, con una
línea gruesa horizontal que le cruza el rostro redondo, gris metálico… ¡como si
fuera una pastilla!
El farol de la
calle me permitía verlo bien y, por un rato, sigue igual.
Yo desde mi
ventana, él a cien metros, junto al farol de la calle, seguimos sin movernos.
Es cuando deduzco que no es de este mundo.
—¡Es un ser
astral!—exclamo, alucinado, a punto de volcar mi taza de té.
Imagino sus
pensamientos. Supongo que debe creer que, como está parado junto a la caja de
luz, quieto como estatua y de madrugada, nadie nota su presencia.
Si no fuera
por el farol y el pasto corto del parque, no podría verlo tan bien y dudaría de
mi cordura.
Aunque había
oído historias sobre este tipo de extraterrestre sabía que, bajo ese traje, hay
un cuerpo vaporoso. Sé que a estos, en particular, les encantaba visitar la
Tierra.
¡Les gusta
experimentar un mundo de dimensión densa!
Se disfrazaban
y bajaban como un cohete con sus trajes espaciales y sus rostros redondos y planos.
Concluyo que
puedo quedarme toda la noche mirándolo y sé que él no se moverá. Pero me
preocupa que sean las dos y media, porque tengo que levantarme a las ocho de la
mañana.
Es cuando
caigo en la cuenta de que él y yo somos los únicos despiertos.
¡El hombre
pastilla observa mis movimientos!”, digo para mis adentros y, a pesar del
cansancio, sé que no puedo preocuparme más por él o por lo que pensará de mí.
Con respeto
hacia el hombre pastilla, bajo la persiana y me voy a dormir. No descanso media
hora, cuando me despierto sobresaltado. Abro la ventana y veo que sigue ahí.
Me recorre un
escalofrío.
No tengo miedo,
pero su presencia me da una sensación de extrañeza. Por un momento dejo de
mirarlo y me acomodo en el escritorio para escribir lo que veo. Entonces razono
que el hombre pastilla, con su gran velocidad, por su condición de ser astral,
mientras yo estoy de espaldas, puede asomarse por la ventana.
Desisto y regreso a la ventana.
¡Ahí está!
Sé que, según
las historias que se cuentan de sus apariciones en Estados Unidos, Alemania y
otros países, a los hombres pastilla se los considera seres inofensivos.
Además, en su condición de etéreos, es de suponer que tienen un nivel evolutivo
más alto que el nuestro.
El sueño me
vence. Dejo al hombre pastilla libre de hacer lo que quiera. Eso sí: no me
olvidé de cerrar bien la ventana.