Encuentro
I
La
tranquilidad volvió a la sala central. Boros se acomodó en el cubo que
utilizaba como asiento y Ulises, continuó de pie. La astronave al fin se había
detenido. Todo transcurrió tan rápido y con tanta agitación, que recién se
daban cuenta de que tenían un hambre atroz.
Boros revisó la reserva de alimento y
confirmó que esta superaba sus mejores previsiones. Había comida para varios
meses.
El saetiano miró a Ulises, y desde el cubo
gris, con un ademán, dijo:
—¡Adelante!
Entonces manipuló los símbolos holográficos
y poco después, sobre el cubo que usaban de mesa, había un suculento almuerzo,
estilo saetiano.
Ulises no dejaba de sorprenderse del arte
culinario de Boros. Por otro lado, las verduras, gracias a la magia de la
Federación de Mundos, parecían recién cosechadas. La salsa agridulce que ponían
en todas su comidas, por supuesto, también ayudaba a que fuera un verdadero
manjar.
Con la panza llena, Ulises pensó en lo que
había dicho su compañero sobre las reservas de alimento, y se dijo: “Cuando el
alimento de Sarco se acabe, quedará solo el de Sol”. Luego preguntó:
—Boros, ¿cuáles son las reservas
de alimento de Sarco?
El otro revisó los datos y comentó:
—¡Tenemos mucha comida saetiana! ¡Si la repartimos en pequeñas
raciones, va a alcanzar para sesenta días!
II
Quedaron en
silencio. La computadora ahora actuaba como ventana y mostraba una estrella
enana blanca.
"Este extracto pertenece a la novela: La Máquina de la Vida"