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Lucas Alonso Escritor

sábado, 31 de marzo de 2018

Cuento del sábado: El juego del Dragón


El juego del Dragón





Iluminado por la antorcha de Jorge, en medio de la gruta, descansaba un pequeño tablero y un Dragón. El juego era de Persia, el obsequió, de un hierofante venido de Egipto.
    El gran Dragón permitió que San Jorge empezara, mientras decía:
    Si pierdes, serás mi almuerzo del día.
    Los dos se acomodaron a ambos lados del tablero, y el Dragón agregó, indicando con una uña:
    —Hagamos líneas de cuatro en este tablero de cinco por cinco. Dos fichas seguidas, cada uno, en el primer turno y, después, una ficha por turno, hasta que uno haga línea de cuatro. Así jugaremos hasta sumar cinco partidas ganadas.
    —Estoy de acuerdo —respondió San Jorge—. Pero si tú pierdes, te dejarás matar por mi espada.
    —¡! —rió el Dragón, y comenzaron.
   Un rato después, San Jorge dijo:
    —¡El que ríe último, ríe mejor! —y mató al Dragón.





jueves, 29 de marzo de 2018

El Metro de Terciopelo Vol. 43 Nos visita la Licenciada en Cosas

miércoles, 28 de marzo de 2018

¡Esto pasó en Circuito edición 223!

En Circuito, uno cuenta con 10 minutos para leer, cantar, hacer una canción, una actuación o manifestarse de la manera artística que mejor nos parezca. Por mi parte, decidí leer tres textos cortos:  La poesía: "Círculos Infinitos" y los cuentos: ''El Ermitaño Ingles" y ''Soy un mosquito".  
    Cámara de mi hermosa compañera: Mariana Alejandra Méndez.





martes, 27 de marzo de 2018

¡Hoy voy a recitar a las 2400 hs en Sarmiento 3096!


¡Hoy a la noche voy a recitar en este hermoso y conocidisimo evento! Muchos artistas. El que pueda: ¡No se lo pierda!


sábado, 24 de marzo de 2018

¡Este Lunes a la media noche podés tener un encuentro sideral!

Este Lunes a las 2400 hs antes de que comience el día Marciano o Martes, podés tener un Encuentro Sideral en Gallo 333, CABA. 
    Los espero en este contacto programado. 


  

Cuento del sábado: El Planeta Amarillo





I

En aquel bello planeta de desiertos extensos y cielos sin nubes, en una de las tantas formaciones rocosas del país de Kumbu-La, vivía un científico de la abstracción. Morlo era su nombre, y desde la terraza de arenisca de su casa, observaba los rayos de Alberta que llegaban a la cueva. Descansaba con una taza de té de cactus, en su mano derecha delantera. Era un momento de calma y placidez, hasta que una ráfaga de viento le hizo recordar la fantástica historia de su especie. De aquellos gráciles seres cuadrúpedos que, en épocas pasadas, corrían por los bajíos de altos follajes. De aquellas primeras aventuras de los antepasados por los extensos desiertos de su mundo.
    El paisaje hipnotizaba al científico, mientras sacaba la cuenta de que hacía unos 102.000 giros de Amarillo a Alberta, su pueblo, gracias a una antigua y venerada civilización galáctica, había tomado conciencia. También, en el paisaje de la ventana, se veía cientos de unas flores muy particulares. Morlo sabía que, según antiguas historias, estas  flores, habían sido creadas por la misma civilización, que otrora le diera conciencia a su pueblo. Sabía que esta civilización, en busca de un destino, había partido rumbo a las estrellas.
    El pueblo de Morlo tenía otro legado de esta misteriosa civilización: el idioma y el nombre de su especie, “Agulares”, palabra que deriva del hecho de tener cuatro manos, dos delante y dos atrás.
    Con el tiempo, al descifrar los antiguos textos, los agulares aprendieron a crear las flores minerales y de metal. Estas, desde el alba hasta el crepúsculo, brillan en los horizontes desérticos de Amarillo.
    Pero, ¡no crean que los Agulares están solos en esta tierra! Cuentan con la ayuda de una interesante especie que puebla la gran Galaxia: la especie humana. Juntos, dan forma a las flores que adornan los paisajes de este mundo desértico y rocoso.

II

Morlo observaba el paisaje con su catalejo por las amplias ventanas de arenisca que, de modo natural, se forman en la roca amarillenta.
    ¡Había miles de flores!
    —Todo tiende a su centro y se estabiliza —dijo en vos alta.
    Miró a su última creación: La Flor de Oro y al verla brillar, pensó: “Mucha luz llega desde Alberta…”.
    Por la escalera irregular subía un humano de pelo castaño y le preguntó:
    —Sigus… ¿cuál es el número que el cielo dispuso para regir al orden estelar?   
    —¡Trece! —respondió el humano que, además era su asistente en la tarea de crear las flores minerales.
    —Si  el trece es el número con el que está construido el Universo, querido Sigus, ¿debemos suponer que son trece las divisiones del infinito?
    —Creo, Morlo, que es probable que sean trece…  —respondió de manera escueta el humano.
    Sigus hubiera dado una respuesta mejor, pero sus pensamientos estaban a una legua de distancia, más precisamente, en el terreno de su casa, donde experimentaba con algo maravilloso. Pequeños y finos pastos. 
    “¡Una verdadera alfombra viva!”, pensó orgulloso Sigus, y siguió: “Hice un verdadero milagro, porque en estado natural, crece muy disperso y despacio”. Entonces, se preguntó si el diálogo con el científico, que cada veintiocho vueltas de Amarillo a Alberta, le pagaba su sueldo, no se debería a que, con su telepatía, el agular sospechaba algo. Sospechaba que su atención estaba en el experimento de su casa.
    —Ya que no me prestas atención, eres libre de irte a tu casa —dijo el científico de la abstracción, que había leído los pensamientos de su empleado.
    El tiempo pago se había cumplido y Sigus,  acostumbrado a la telepatía de Morlo, sólo se creyó en la obligación de despedirse. Como se acostumbraba, saludó al agular con una mano. Ya en el camino bordeado por las piedras naranja fluorescente, sus preocupaciones regresaron. Pensaba en su esposa. Ella estaba extasiada con su experimento, pero a diferencia de él tenía sus propias ideas sobre lo que aún consideraba magros resultados.
    “¡Emma desea comerse el pequeño pasto!”, se dijo Sigus, angustiado, y dejó su habitual paso tranquilo y comenzó a caminar mas rápido. “Debo hacer lo imposible para convencerla de que ése no es el destino que he elegido para mi experimento”, se dijo cuando Alberta con sus rayos solferinos marcó el fin de aquella jornada.
    Llegó a la puerta de su casa de piedra. Un millardo de estrellas se asomó en el cielo y Emma, al verlo entrar, comentó:
    —Cuidaba tu experimento y me preguntaba, ¿qué vas a hacer con tan rico pasto?
    Sigus se sacó el poncho, se dejó el quitón y confesó:
    —Emma, ¿cuántas veces tengo que decírtelo? No lo veas como un alimento. Es sólo un experimento...  —Ella lo miró y él prosiguió—: Para algo cobramos un sueldo con el que podemos comprar vegetales.   
    Dejó el poncho en el perchero:
    —Vayamos al mercado y… 
    Pero no pudo terminar. Emma entró en un ataque de histeria y a grito pelado, exclamó:
    —¡Los vegetales del mercado no son ni la mitad de nutritivos que los de tu cultivo!  ¡Y estos los tenemos acá, sin tener que caminar una legua!
    —Emma querida, vayamos por partes —dijo un Sigus conciliador y en un intento de calmarla, agregó —: Salgamos a ver el cielo nocturno…
    Su esposa aceptó, no muy convencida, y luego de algunas vueltas, en las que ordenó enseres, al fin salió a observar el espectáculo del centro galáctico. Se sentó en el suelo junto a su esposo y, con imaginación, los dos vieron cómo el millardo de estrellas de múltiples colores hacían las veinte constelaciones  de ramilletes de flores geométricas. Varias estrellas fugaces cruzaban el firmamento. Un sordo silencio cubría el cielo y Emma fue la primera en hablar:
    —No quiero que pienses que estoy en contra de tu experimento… —Sigus se ordenó el pelo enrulado, sonrió, la acarició y ella continuó—: Sólo quiero saber cuál va a ser la finalidad de todo esto…
    Miró a su hermosa mujer con cariño y dijo:
    —Voy a contarte...
    —Soy toda oídos...
    —Una vez tuve un sueño. En ese sueño, el mundo aparecía cubierto de los más deliciosos pastos que alguna vez hayas probado… —sacó su pipa, preparó el tabaco—: ¡He descubierto una fórmula!
    —¿Para qué?
    Sigus parpadeó y respondió:
    —Para crear alfombras verdes y con ellas, cubrir nuestro desértico planeta —extendió la mano como si abarcara el horizonte—. ¡Nuestro mundo sería verde Emma! ¡Todos comeríamos del mejor pasto!
    —¡Podríamos volvernos ricos! —exclamó ella.
    Sigus supo que lo decía en broma. Rieron juntos, se les quitó un gran peso de encima y entonces se dijo a sí mismo: “Ahora sé que mi experimento está en buenas manos…”.




jueves, 22 de marzo de 2018

El Metro de Terciopelo Vol. 42 Charly de ''Somaticos''

Para el que le gusta solo escuchar las entrevistas, acá el audio desde MixCloud. 





miércoles, 21 de marzo de 2018

El Metro de Terciopelo Vol. 42 - Charly de Somaticos

Las tecnologías nos permiten que cada vez podamos crear con mas soltura nuestras obras. Ahora ya no es un imposible ver una entrevista de radio como en la televisión. Con ustedes: Charly del grupo "Somaticos".  






viernes, 16 de marzo de 2018

Cuento del sábado: El Arroyo

El arroyo







Romsol venía apresurado. Estaba inquieto y entonces dijo:
—¡Más rápido! ¡Más rápido! que debemos llegar al lago Trevul, en lo posible, antes de que atardezca.
Boros no pareció responder al mandato del otro y siguió al mismo ritmo que llevaba desde hacía un rato. El saetiano no había descansado bien la noche anterior y aparte sentía que había sido la más larga de toda su vida. Por eso, mientras que con cada paso se sostenía de la vara que ahora usaba para no tropezar, siguió al mismo ritmo y solo se preocupó en contemplar el paisaje que lo rodeaba.
El arroyo que hacia un rato había aparecido como un pequeño hilo de agua, ahora bajaba bordeado de elevaciones de piedra que formaban un acantilado. Caía en pendiente pronunciada y tenía unas tumultuosas aguas de esas que no invitan a nadar.
Boros pensó que el sonido del agua le ayudaba a apurarse y antes de que el argonita volviera a reprocharle, se apuró hasta ponerse a la par de los otros dos. Pero el saetiano no tuvo que sufrir mucho más aquel camino. Pues luego de otros mil metros, la pendiente descendió a una playa de guijarros.
La tarde todavía no terminaba, pero en ese cielo casi blanco y como adelanto de esa noche, se comenzaron a notar unos planetas anillados que por momentos y ante su inmenso poder y belleza, dejaban casi atontados a los dos visitantes.
—El que quiera tomar agua… —dijo argonita— Acá tiene este pocillo para beber.
Y le alcanzó a cada uno un pequeño recipiente plateado.
—Gracias —dijo Boros y le devolvió el recipiente mientras agregaba—: Prefiero nadar un poco a ver si al fin consigo sacarme un poco el cansancio.
—¡Con cuidado! —exclamó Romsol.
          —Yo prefiero beber —acotó el terrestre y también se adentró un poco en el agua.












martes, 13 de marzo de 2018

Nada mas lindo que hacer una zapada con amigos y en el bosque...

Mariana Alejandra Méndez en flauta, Machi Carreras en guitarra y quien escribe en melodica. Apoyo logistico: Blacky Negrito.



Les leo el capitulo "Flor de Urania'', del libro Flores del Planeta Amarillo

Seguimos con la lectura de capítulos del libro: "Flores del Planeta Amarillo". Ésta vez: Flor de Urania. 



Les leo el capitulo ''Flor de Cuarzo" de Flores del Planeta Amarillo

Un poco de lectura del mismo autor, es siempre una buena manera de mostrarse al mundo. Con ustedes: Flores del Planeta Amarillo


viernes, 9 de marzo de 2018

Cuento del sábado: Nubes Nocturnas


Nubes nocturnas





Algunas noches, extrañas nubes surcan los cielos. Según la ciencia, son el producto de la atracción lunar en la atmósfera. Aparte de ésta primera, para que aparezcan se deben dar otras dos condiciones: poca humedad y una temperatura de unos quince grados.
Los lugares ideales para observarlas son las zonas de montaña.   
Como resultado de la baja humedad y, gracias a la baja fricción del aire, estas nubes siempre están en movimiento. Sus formas son, por lo general, alargadas.
Por su poca frecuencia, si alguna vez se tiene la oportunidad de verlas, se recomienda: una mochila, abrigo, sentarse cómodo y admirarlas durante largo rato de modo cuidadoso.
No mucha gente sabe que hay seres que gustan de ellas.
Algunos de sus habitantes conocidos y de más fácil observación, son las aves y los murciélagos. Los difíciles son los silfos gigantes.
Como sábanas trasparentes surcan los aires y la dificultad al encontrar los silfos gigantes es recompensada al verlos volar en grandes grupos.
No se sorprenda de observar algún objeto metálico que refleja luces azules rojas y verdes. Ellos, los navieros de otros mundos, son los que crean este tipo de nubes. 



   

jueves, 8 de marzo de 2018

¡Llegamos al Metro de Terciopelo Vol. 40!

Como siempre digo: "Todo logro conlleva un esfuerzo", y en esta ocasión tan especial, contamos con la presencia de un amigo: Pablo Brian o Pablo Artexto, para los amigos. Con Pablo hablamos de libros y los procesos de distribución. Para finalizar y como frutillita del postre,La Licenciada en Cosas, Mariana Alejandra Méndez junto a Alexis Toledo, nos presentan un tema de su proyecto Suena Galáctica". 
    Algunas fotos y el programa:









lunes, 5 de marzo de 2018

¡Esto sucedió el 2 de Marzo en La Casita de los Chasquidos!

El 2 de marzo de 2018, en un lugar muy especial para mí y para muchos de la ciudad de Buenos Aires, llamado Pacha Mama o La casita de los Chasquidos, para los más amigos. En el final de sus 13 años de existencia. Sato Valiente en bajo y voz, Daniel Linares en voz y actuación. Uner Sbriller en actuación, Gabriel Freidkes en guitarra y Paloma Schachmann en teclados, flauta y saxo, nos presentan tal vez, la Opera Rock más importante hasta esta época: The Wall de Pink Floyd. Tema: Another Brick In The Wall. Acá, algunos temas en lista de reproducción:





sábado, 3 de marzo de 2018

Cuento del sábado: Un ermitaño ingles


Un ermitaño inglés








El ermitaño vivía con un grupo de leones. Se había perdido en una expedición, de eso hacía dos años. Nunca lo encontraron. Ahora sólo tenía sus dos valijas: una era la de su chelo y otra, la de la ropa, que iba alternando.
    Gracias a las notas de su violonchelo seguía vivo. Lo visitaban cuando amanecía. Él empezaba a tocar hasta la puesta del sol y los leones le llevaban carne cruda que cocinaba a la noche, bien tarde.
     Un día, mientras tocaba su música, un león macho trató de atacarlo y dos hembras se lo impidieron.
    En su nueva y extraña existencia, el ermitaño tenía una posesión especial. Se trataba de una cortina de grandes y bellas lentejuelas de colores, que había sacado de su casa y que había llevado, para colgar en la cabaña donde iba a hospedarse, si su destino no hubiera cambiado. Ahora, la cortina colgaba de tres maderas que simulaban una puerta, única obra que había llevado a cabo. Los leones, miraban esas grandes lentejuelas que, en sus reflejos, jugaban con el sol mientras él, hacía su música.