Horizonte
I
Hacía tiempo que no se sentaba.
Junto a la glorieta con su capitel en rojo y piedra; rodeado del extenso
parque con los pequeños árboles, ¡ahí
estaba el banco que siempre miraba camino al trabajo!
Era un momento perfecto, a no ser que cómo veces anteriores, sentía que ¡fuerzas
de la oscuridad lo acechaban…! ‘’Eso es porque
soy despierto y creativo. ¡Quieren usar
mí creatividad para cosas obscenas!”,
se decía un Martín tranquilo, pues sabía que las fuerzas de la Luz retenían a
las primeras.
II
Esa mañana se sentó a observar a un
cielo turquesa, casi sin nubes.
Tomaba mate y miraba las nubes. Todo el día igual. Solo miraba el cielo.
A veces se desintegraba en ese cielo de enero, otras nubes chocaban o formaban
un elefante blanco.
Él lo festejaba con un cambio de yerba.
Con el pasar de las horas, el cenit cambió a un rosado. Pero lo
interesante de ese día de franco laboral, fue que en el mirar de ese horizonte,
un solo y largo pensamiento meditativo cubrió su mente: “Las nubes parecen
continentes de un lejano planeta. De oxigeno o metano, naranjas o violetas, se
mueven en los cielos turquesas. Que importante es tener una buena excusa para
sentarse a mirar el cielo, en épocas, en las que hay que pedir permiso hasta
para respirar”.