Un ermitaño inglés
El ermitaño vivía con un grupo de leones. Se había perdido
en una expedición, de eso hacía dos años. Nunca lo encontraron. Ahora sólo
tenía sus dos valijas: una era la de su chelo y otra, la de la ropa, que iba
alternando.
Gracias a las
notas de su violonchelo seguía vivo. Lo visitaban cuando amanecía. Él empezaba
a tocar hasta la puesta del sol y los leones le llevaban carne cruda que
cocinaba a la noche, bien tarde.
Un día, mientras
tocaba su música, un león macho trató de atacarlo y dos hembras se lo
impidieron.
En su nueva y
extraña existencia, el ermitaño tenía una posesión especial. Se trataba de una
cortina de grandes y bellas lentejuelas de colores, que había sacado de su casa
y que había llevado, para colgar en la cabaña donde iba a hospedarse, si su
destino no hubiera cambiado. Ahora, la cortina colgaba de tres maderas que
simulaban una puerta, única obra que había llevado a cabo. Los leones, miraban esas
grandes lentejuelas que, en sus reflejos, jugaban con el sol mientras él, hacía
su música.
Lucas Alonso Escritor
No hay comentarios:
Publicar un comentario