Estrella
Sirio
Un espacio
infinito y blanco se extendía a su alrededor. A lo lejos, las tierras voladoras
eran coronadas por misteriosas ciudades que se movían en una lenta y graciosa
danza. La inmensidad de las tierras le causaba una magnética atracción y
entonces pensó: “Si camino en dirección a ellas, tardaré días en alcanzarlas…
algún día llegaré…”.
Era cuando decidía iniciar la marcha pero
en un tiempo de esa extraña realidad, tenía la sensación de que, sin todavía
haberlas alcanzado, por semanas había caminado.
Recorría la perpetua planicie hasta qué la
alucinante y eterna visión, como había llegado, se disipaba… Su realidad de
nuevo mutaba. Una nueva invención se dibujaba. Aparecía ¡Una nube dorada! Y si
no fuera por unas manchas oscuras que jugaban a cambiar la perspectiva de su
realidad, ahora, por la nube amarilla, todo sería radiante. En ese cambio
constante, la oscuridad ganaba. La nube pasaba a ser solo una pléyade de
estrellas de un oscuro cosmos.
Flotaba en un espacio de fantásticas constelaciones que le iluminaban sus manos. Giraba junto a
los destinos que como escenas de su vida pasaban frente a él. Era cuando sabía
que el ciclo se cumplía y la nube regresaba.
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